lunes

El rey rana y la doncella


Dicen, de las salvajes tierras del este,  allí donde pocos han ido y menos han vuelto, que los patos hablan y son azules, que los gatos son sombras intangibles y que los cisnes vuelan como trozos de papel por los cielo de un color turquesa.


Dicen, que no hace mucho tiempo atrás, una joven doncella, perdida en su camino, arribó a esas tierras desconocidas para ella. Dicen que allí encontró lo que siempre anheló. Cuanta dicha historia que atinó allí una flor que le conmovió, que su inocencia y ansias juveniles le hicieron arrancar del suelo. Que los habitantes de aquellas tierras orientales,  enojados por tal desfachatez le cortaron la mano izquierda, para que nunca jamás volviese a arrancar flor alguna de su preciada tierra.

 Otros pocos inquietos viajeros del camino, cuentan que no se marchó, aun después de tal descortesía por parte de los habitantes de aquellas tierras cautivadoras. Mencionan que a pesar de no tener mano izquierda, utilizó la oreja para espiar a una musa dríade y su silfo arder en pasión, mientras entonaban una bellísima música. La joven patosa, se tropezó y cayó sobre ellos, estos irritados por tal interrupción se comieron su oreja asada al fuego de una hoguera, y al no considerarlo suficiente, pues interrumpir el canto de una musa es muy descortés, le arrancaron un ojo y lo tiraron al rio.

Ella no marchó, su curiosidad hacia aquellos parajes la llevó más al este aún. Tullida, manca y dolorida, siempre sonriente, ansiosa por descubrir, halló e abismo del mundo. Un lugar que terminaba sajadamente, en acantilados y cascadas que caían al infinitamente infinito. Asombrada por tal descubrimiento, tomó el camino de vuelta con gran velocidad, pues aquel era un descubrimiento digno de caballeros y reyes. Anduvo y anduvo largas jornadas hasta toparse con una pequeña rana encima de la cabeza de un pato verde, azul, negro y rojo caoba. Estos dos animales le detuvieron el paso y aquella rana, que al parecer llevaba una pequeña corona en su cabeza dijo: “Como rey de los reinos de la insania y demás disparates, según me informan mis súbditos, le sentencio al mal vivir por el resto de su vida, por intentar huir para informar de nuestro más secreto enigma”.

Un viejo señor de una villa lejana me contó un día, tiempo atrás, el final de esta leyenda. Que aquella rana rey obligó a sus vasallos a cortarle la lengua para que no hablase de su secreto enigma. Le arrancó el segundo y último ojo que le quedaba para que no viera el camino de vuelta a casa. Le quemó los cabellos en azufre para que diese temor a los hombres que se pudiese topar. Por último le arrancaron los dedos de la mano derecha para que no pudiese escribir cartas a nadie, y ahí la dejaron, moribunda y tullida, sin esperanzas que pudiesen ayudar.

La cuestión entonces es ¿Quién contó esta historia? Pues yo creo en verdad que jamás sucedió sinceramente, pues suena demasiado irreal a mis oídos racionales y puramente lógicos. Pero si hubiese sucedido, daría mi vida y mi fe diciendo que aquella doncella, a pesar de no tener ojos, ni manos volvió. Y contó su historia, pues su alma joven y vivaz le dio fuerzas para superar los obstáculos intocables e invisibles para ella. La segunda cuestión es como contó lo ocurrido. Amigos míos no sé yo como lo puedo hacer. Si se me plantea tal cuestión lo único que sabría decir ciertamente, es que dicha muchacha aprendió a escribir con los pies. Pero eso no es relevante, esto es solo una leyenda que no tiene importancia para nada ni para nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario