sábado

La sombra de Urano



Recuerdo su manera de andar. Recuerdo como solía saludarme desde la lejanía mientras venía a la sombra de aquel gran roble que aun perdura, año tras año, sin marchitarse. Los años me han pasado factura, me han dado muchos hijos e hijas, pasiones y desventuras, miedos y ternuras… y las olvido, fluyen como la ponzoña del rio fluye hacia el mar y se aleja en las profundidades. Pero a él lo recuerdo en todos sus matices, como un adolescente siempre recuerda su primer amor.

Recuerdo leer juntos bajo la sombra de aquel roble al que llamamos Urano por el tono azulado de sus hojas bajo la luz primaveral. Alto y grandioso, que nos cubría con su gran sombra y nos alejábamos del mundo, de la realidad y de la rutina que saturaba nuestros corazones románticos. Aquellos relatos de Oscar Wilde, Hoffman y Shakespeare eran nuestro aire y alimento.  Nadie nos perturbaba  sino el viento y su sonido. Nadie nos observaba si no las nubes y el dios que se escondía tras de ellas. Éramos hombres libres, locos por alcanzar la gloria.

Desgraciadamente aquellos fueron momentos difíciles, nuestras familias no se correspondían en aprecio a pesar de alojarnos en la misma finca. Quién podría creer que un mozo de campo fuese tan inteligente como lo fue él. Descubrió conmigo un mundo en los libros, en las palabras y pasiones que escondían esas páginas blancas con manchas negras. Recuerdo aquel día en que mi querida tía, una mujer perversa y clasista, nos vio tumbados en la extensa pradera, cerca de Urano, riendo y cantando. Mi padre enfadado me castigó, decía que nuestra familia no podía permitirse tal blasfemia, que una familia reputada como la nuestra necesitaba estar con las altas cunas de la sociedad. Urano no fue más que un pequeño árbol visto desde mi ventana durante meses, él tampoco apareció durante mucho tiempo.

Cuando mi tía marchó a la ciudad a pasar unos meses mi padre me levantó el castigo y le mostré mi desinterés en tal clase de calaña con la que me había relacionado meses atrás, pero mentí, que fácil es mentir, los humanos mentimos más que hablamos, todo es una mentira, mi vida ha sido una mentira, todo.

No fue fácil y, aunque pocas veces, me reunía con él ,sobre todo cuando mi padre se marchaba lejos. Estar con él me daba paz, era el amanecer de mis días y la chispa que ardía en mi interior, con él podía dejar atrás aquel mundo elegante e hipócrita con un simple parpadear. Solía tumbarse en mi regazo tapándose la cara con un libro, lo recuerdo perfectamente, mientras yo miraba al infinito, y de vez en cuando miraba el camino por si un carruaje indiscreto de mi familia aparecía.

La sombra de Urano me salvaba de innumerables situaciones incómodas que yo desagradaba con fervor, pues aunque mi cuerpo y nombre fuese de aquella familia, mi alma buscaba la simplicidad y la libertad.

Cumplí años, y llegué a la flor de la vida. Mi padre me busco mujer, y que mujer. Después de la familia real, la suya era la más rica que existía, o al menos eso decían. Su belleza era envidia de los dioses griegos, o al menos eso decían. Sus manos eran una maravilla con el piano, o al menos eso decían. El día que la conocí pude comprobar que todo lo que decían no era más que la pura verdad. Medio año antes de nuestro casamiento su familia vino a nuestra finca a pasar un mes de verano. Por muy respetable que fuesen yo no podía dejar de verle a él, como ya he dicho era mi manera de salir de la realidad. Solíamos tumbarnos, cabeza con cabeza bajo la sombra de Urano, el solía decirme que casarme con aquella mujer era una estupidez, que me quedara y que no me fuera. Que bonitas suenan las palabras pero que dura es la realidad que estas suponen. 

Nunca olvidaré aquel día,  toda mi familia estaba en la ciudad y yo de queja conseguí quedarme en la finca, fue una sábado muy tranquilo, lo recuero.
Si existiesen más palabras lo explicaría con mas fervorizad, con mas claridad y aun así nadie lograría entender que significó ese día para mi, nadie, solo él y yo.
Fue una simple mirada la que incentivó a nuestras almas a hacer aquello, a dejarnos llevar por el pecado y la pasión, quedamos sumidos en un universo ajeno a todo nuestro mundo, alejados, infinitamente alejados de todo.  Las lágrimas corrieron por su mejilla y pasaron a la mía. Qué hicimos, por qué lo hicimos, no lo se ni lo sabré jamás. Si el mayor error de mi vida fue amar, arderé en el infierno por ello pues no pienso mostrar arrepentimiento a ningún Dios por lo que hice. Aquella fue la última vez que lo vi y no hay día que no le eche de menos, que no añore sus ojos y sus cabellos.

Mi queridísima futura mujer, sin previo aviso ni señal, decidió volver unas horas antes de la ciudad para disfrutar de mi compañía, y desde mi ventana vio el amor que no le correspondía, vio la traición borrosa entre sus lágrimas. Mi vida cambió.
Su familia se marchó y mi fama ante las sociedades se turbó en la penumbra más oscura, mi padre deshonrado me torturó con calumnias y pesares. Se encargó de que mi amor marchase a la guerra, a morir, a dejar su insufrible existencia lejos de mi, al borde del abismo al que todos algún día llegaremos, más tarde o más temprano.

Me marché al norte, donde mi fama era menos reconocida, mi señora madre se encargó de encontrarme otra mujer, otro hogar, otra ciudad. Nunca más volví a ver sus caras, mis padres se despidieron de mi con el odio en su mirada y la piedad en sus bolsillos. Fueron meses duros, pero como el árbol que se acostumbra al camino, yo me acostumbré a mi entorno dejando que otros recuerdos substituyesen mi pasado, todo mi pasado excepto a él, a la sombra de aquel roble al que, juntos, llamamos Urano por el tono azulado de sus hojas bajo la luz primaveral.

A veces pienso donde fue, que será de él, si murió o si tal vez viva aun, casado y con hijos, como yo.  A veces deseo la muerte pues ella me llevará a él. Toda mi vida ha sido una mentira que ni el mundo, a pesar de estar envuelto en mentiras por doquier, ha dejado pasar por alto. 

Que distinto era todo bajo la sombra de Urano, donde la mentira no existía.

En estos cuerpos hemos vivido, en estos cuerpos moriremos. Donde pones el corazón pones la vida. El alma, no en vano,  siempre buscará encontrar el amor.



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