Coloquio Somnolente
– Hablo de un Imperio memorable, ansioso de conquistas,
temeroso de encontrar limites. Amado por
su gente y temido por sus enemigos. Dominio de un emperador que mereció ser de
oro y al que ni las palabras podían destruir.
Morir, su mayor temor. Vivir, su mayor pesar…– dijo Madeleine.
– Solían existir tiempos en los que la simpatía era virtud y
las canciones palabras de amor. El vino, jugo de la vida, corría por las
calles. La sangre hirviendo en los tigres de la esperanza hacía olvidar el
toque final del último mosquetero; el final de las maravillosas aventuras de
Alicia y el último suspiro de mis sueños…– armonicé en palabras.
– Hay sueños que no pueden ser, si no solo miseria infernal
que no te harán ver lo que es, si no lo que parece. Mata los sueños que están
en ti. La juventud desesperada, reflejo de mi rubia melena y de mis bellos
dientes. Precioso recuerdo de cuando solía ser la simpatía una virtud…– habló
Fantine desde la luz.
– Pero qué es de todo si se convierte en ceniza, desesperación
por pensar que se apaga– respondí.
– Se justo y vive con fe en la armonía del Señor, él te
guiará. Pierde la vista de Lucifer y mira la multitud de las estrellas que
mienten, que engañan. Los sentidos del silencio que perduran mientras miras
hacia la noche con valentía y con fervor por sentir la gratitud de tus actos,
recompensada con el infinito en paz y plenitud.”- dijo Le Juge.
– Nada, nada, nada de nada… oscuridad infinita en la soledad
de tu nada– dijo el desconocido.
– Vacío en mi pecho siento si pienso en nada, discordia en mi
mente. Un conflicto interminable entre mi razón y mi imaginación. Pensar no
quiero, pero no puedo no pensar pues es parte de mi ser, de mi
naturaleza– aclaré con ímpetu y acaloro.
–Tómalo, cógelo y saborea del jugo de la más bella fruta que
puedas encontrar, pues es ésta la que incentiva. El amor, la pasión…–dijo el
joven.
– Marius, cierra la boca pajarraco– dijo Le Juge
– El joven emperador creció admirando la belleza de su
imperio, el crecimiento de una civilización que asombraba a los
dioses…– continuó Madeleine.
– No peques o escarmentarás, vive bajo lo legitimo y no sufrirás…–dijo en la sombra Le Juge
– Pero si lo haces, hazlo por tu ser y por la integridad de tu
alma, no lo pienses. Nosotros no estamos ahí ni aquí, donde quiera que pienses
que estemos…– dijo Eponine mientras un prior afirmaba a sus espaldas.
– ¿Dónde estáis entonces?– pregunté.
– Piénsalo– respondió Eponine.
– Hablemos de batallas por ganar, de objetivos por alcanzar.
La estrategia en el campo de batalla determinará nuestros pasos en la
conquista. El precio de la sangre, un simple juego al que quizás podamos
perder. Sentir que nada es útil y que la delicadeza de los suspiros son
equívocos. Un mundo que no es nada sin deseo, solo desesperanza– grito
fuertemente Marius.
– El joven emperador, bienvenido por doquier, paseaba por sus
tierras, observando las maravillas de obras pasadas, pensando en las obras que
estaban por venir…– seguía el Señor Madeleine como si todos le prestasen
atención.
– El día termina. La noche que al fin empieza, nos conducirá a
un nuevo amanecer– dijo el prior.
– Siempre es demasiado pronto para decir adiós–dijo Coseta.
– Cogerás de la mano que te lleve a la salvación– interrumpió
Fantine
– …será mi última confesión…– prosiguió Coseta.
– La historia de un hombre que aprendió a ver, a entender, que
a pesar de que él cayese en discordia, su imperio perduraría. Sus tambores sonarían toda la eternidad en una cruzada infinita. Tras ello, la voz de una mundo que se transformaría en polvo. Polvo del que surgirá una
nueva civilización entre las estrellas, que atentas observarán el camino, que
por mucho que se apagase, jamás dejaría de brillar en una eternidad que jamás
se encendió. Un circulo vicioso que no encontraría su fin ni tampoco su
principio..– dijo Madeleine alzando el tono de voz.
– Mentira, es una locura– dijo Le Juge Javert
– Verdad, la virtuosa verdad– respondió Fantine
– ¿Qué es del amor? –pregunto Marius
– El amor es inherente a la vida– respondió Coseta.
–Escucha lo que dice el Señor… es voz de la sabiduría– dijo
el prior.
– Nada– dijo el desconocido. Su voz me provocó un escalofrió
que recorrió el cuerpo entero, desde los pies hasta la espina dorsal…
“Recuerda que no debes quedarte solo, nacemos para compartir
nuestras vida”- dijo Eponine.
“Que diálogo tan enrevesado mis señoras y señores, no se que
responder, ni como asimilar la voz de la experiencia..”-dije.
“Mañana será un nuevo día. Un destino nuevo en tu imperio”-dijo
el señor Madelein, también conocido como Valjean.
Aquel escenario, oscuro
y sombrío se lleno de luz. Un apogeo de colores. Un destellos blanquecino que
cegó mis ojos. Aquellos espectros del pasado se arremolinaron como el genio en
su lámpara, una columna de humo que se alzaba hacia lo alto. Todos ellos
cantaron al unísono antes de desaparecer en el abismo – Recuerda las palabras de los que hablamos
con la voz de la razón, el día del juicio final jamás estará por
llegar–.
Aquella noche comprendí que siempre pertencería a la vida y que podría dormir tranquilo.
Aquella noche comprendí que siempre pertencería a la vida y que podría dormir tranquilo.
…Y de la desgracia de
aquellos días no
queda más que la
gloria que nos
falta por vivir…
F.B.R.D-3.f.13